AUGUSTUS SALUTATEM, IO TE SALUTO
Nos dejó el Agosto, como nos ha dejado Pavarotti, como nos dejó Umbral, sin hacer apenas ruido, tardío y sigiloso, de puntillas se ha ido desplazando a su letargo invernal donde perecerá llevandose consigo nuestra más absoluta melancolía.
Un año más, otro guarismo lapidario que acarrear a nuestra cada vez más temblorosa chepa. Un todo-sigue-igual cambiante, un movimiento en suspensión ha sido este período vacacional en el que no ha hecho calor pero tampoco frio y, sin embargo, en ocasiones ha dado la sensación de que ha hecho un poco de todo. Anárquico en su naturaleza, uno llega al verano con la única certeza de que no se sabe qué ocurrirá en ni, sobre todo, después. Pues es después del estío cuando los zapatos se nos quedan pequeños y nos engulle una irrefrenable necesidad de invadir Letonia, palangana en mano. Que el calor idiotiza es un hecho tan contrastado como la existencia de alienígenas en Nuevo México.
Que los alienígenas existen está fuera de toda duda y si alguien es instado a demostrarlo quedará tremendamente ofendido, pues su certeza cae por su propio peso. ¡Qué cosas tiene, Ambrosio! Los casos de extraterrestres en nuestro planeta se cuentan por millares, cientos de personas los han visto en los grandes almacenes y algunos inclusos viven con ellos. El caso más llamativo podríamos encontrarlo en Houston, Texas. El matrimonio Trotski (Tom y Alexandra) para paliar su lángida economía, decidieron alquilar una habitación a un alienígena. Todo acontecía divinamente. Pero cuando se les personificó una empleada de la protectora de animales inquiriendo la libertad inmediata del alienígena, se produjo una discusión que se dio por terminada cuando el extraterrestre decidio desintegrarlos a todos con su pistola láser y continuar con su almuerzo. Si bien son muy buenos inquilinos, también es sabida la puntillosidad que exigen estos seres con su primera ingesta: leche regularmente tibia, tostada ligeramente quemada... y les entra un resquemor insoportable. Fruto de lo cual pueden pasar dos cosas: que se lanzen a la calle gritando proclamas comunistas o que liberen su aciaguez disparando rayos quánticos.
Un año más, otro guarismo lapidario que acarrear a nuestra cada vez más temblorosa chepa. Un todo-sigue-igual cambiante, un movimiento en suspensión ha sido este período vacacional en el que no ha hecho calor pero tampoco frio y, sin embargo, en ocasiones ha dado la sensación de que ha hecho un poco de todo. Anárquico en su naturaleza, uno llega al verano con la única certeza de que no se sabe qué ocurrirá en ni, sobre todo, después. Pues es después del estío cuando los zapatos se nos quedan pequeños y nos engulle una irrefrenable necesidad de invadir Letonia, palangana en mano. Que el calor idiotiza es un hecho tan contrastado como la existencia de alienígenas en Nuevo México.
Que los alienígenas existen está fuera de toda duda y si alguien es instado a demostrarlo quedará tremendamente ofendido, pues su certeza cae por su propio peso. ¡Qué cosas tiene, Ambrosio! Los casos de extraterrestres en nuestro planeta se cuentan por millares, cientos de personas los han visto en los grandes almacenes y algunos inclusos viven con ellos. El caso más llamativo podríamos encontrarlo en Houston, Texas. El matrimonio Trotski (Tom y Alexandra) para paliar su lángida economía, decidieron alquilar una habitación a un alienígena. Todo acontecía divinamente. Pero cuando se les personificó una empleada de la protectora de animales inquiriendo la libertad inmediata del alienígena, se produjo una discusión que se dio por terminada cuando el extraterrestre decidio desintegrarlos a todos con su pistola láser y continuar con su almuerzo. Si bien son muy buenos inquilinos, también es sabida la puntillosidad que exigen estos seres con su primera ingesta: leche regularmente tibia, tostada ligeramente quemada... y les entra un resquemor insoportable. Fruto de lo cual pueden pasar dos cosas: que se lanzen a la calle gritando proclamas comunistas o que liberen su aciaguez disparando rayos quánticos.